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martes, 9 de junio de 2009

Origenes




En 1839 el zoólogo británico George Waterhouse realizó una expedición por los alrededores de Siria, donde se topó con un diminuto roedor de pelaje liso, sin cola y ojitos saltones, que bautizó Cricetus auratus. Por casi un siglo la única evidencia que se conservó del tierno criceto fue su piel, que exhibía el Museo Británico.

En 1930 el profesor Aharoni del zoológico de la Universidad de Jerusalén, encontró la madriguera de una hámster dorada y sus siete crías, mientras realizaba un trabajo de campo con sus estudiantes en el desierto sirio. Llevó la familia completa hasta Jerusalén, donde solo algunos se adaptaron a las nuevas condiciones de cautiverio y en menos de un año los tres sobrevivientes tuvieron trescientos hámster. En esta segunda aparición los roedores fueron bautizados nuevamente como Mesocricetus auratus, pero se popularizaron como hámster.


Durante un tiempo se les utilizó como animales de laboratorio, ya que se adaptan muy bien a la vida en cautiverio y ofrecen una curva de procreación alta: una pareja puede llegar a tener en un año miles de descendientes.
Luego fueron domesticados para animales de compañía.


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